6.30.2009

Imperio Nuevo, la época de Tebas (XVIII - XX Dinastías)


Con la XVIII Dinastía (alrededor de 1550-1295 a. C.) que ha iniciado Amosis, el centro de Egipto pasa a ser la ciudad de Uaset, más conocida con el nombre griego de Tebas.
En este período se fundan los Templos de Luxor y de Karnak y las necrópolis reales en el Valle de las Reinas.
Durante el reinado de Tutmosis I, Egipto alcanza la máxima expansión: al norte hasta el Éufrates y al sur hasta la cuarta catarata.
Tutmosis III, uno de los más grandes faraones, guerrea en Siria, donde había surgido el reinado de Mitanni, pero es obligado a ceder parte de los territorios del Éufrates. También lleva a cabo expediciones a Nubia, donde funda una capital provincial en Napata.
Amenofis II continúa la guerra contra los Mitanni, que no finalizará hasta el reinado de de Tutmosis IV, el faraón al que se debe, entre otras cosas, la liberación de la arena de la Esfinge de Guiza.
Amenofis III consigue establecer relaciones diplomáticas con los reyes de Babilonia, Siria y Mitanni: bajo su reinado se asiste a un notable desarrollo de las artes y de la arquitectura.
De su gran templo al oeste de Tebas no quedan más que dos gigantescas estatuas conocidas con el nombre de los Colosos de Memnón.
Amenofis IV (que cambiará su nombre por el de Ajenatón) sustituye la antigua religión por la adoración a un dios único, Atón, el "disco solar"; traslada la capital de Tebas a Tell el-Amarna (Ajetatón), la nueva ciudad que había fundado en el Medio Egipto y se casa con la reina Nefertiti.
Bajo el reinado de Tutankhamón, el joven faraón hijo de Nefertiti y de Ajenatón que sube al trono a los siete años y muere diez años después, se restablece el antiguo credo religioso y la capital se desplaza hacia el norte, a Menfis, que ya se había convertido en la ciudad más importante del país. Durante este tiempo el poder efectivo lo ostenta el sacerdote Ay quien, a la muerte de Tutankhamón, sube al trono y reina durante cuatro años.; a Ay le sucede el general Harmais, con el que concluye la XVIII Dinastía.
Rameses I es el primer faraón de la XIX Dinastía, que durará alrededor de un siglo, desde 1295 hasta 1188 a. C.; su hijo Sethi I lucha contra los libios, los sirios y los hititas y, hacia finales de su reinado, gobierna en el trono junto con su hijo Rameses, el futuro rey RamesesII. Una vez ocupa el trono, este último continúa luchando contra los hititas y después de la batalla de Qadesh(1274), que tiene lugar en Siria a orillas del río Orontes, establece un tratado de paz cuyo texto, redactado en egipcio y en acadio, ha llegado hasta nosotros. Durante su reinado, que dura sesenta y siete años, se produce un increible fervor arquitectónico: se erigen numerosos templos ( Abu Simbel, Menfis, Bubastis, Abido, Tebas oeste) y otros se amplían y se decoran (Abido, Karnak, Luxor).
Rameses funda también otra nueva capital en el Delta, que corresponde a la antigua capital de los hicsos, Avaris, que él llama Pi-Rameses.
Rameses II tiene numerosos consortes, aunque dos priman sobre las demás: Nefertari, célebre por su tumba en el Valle de las Reinas y por el templo a ella dedicado en Abu Simbel, e Isis-Nofret.
Fue Isis-Nofret, cuya tumba se ignora donde estaba situada, quien dio a Rameses un heredero: Merneptah, a quien sucedió Sethi II.
Después, y durante dos años, reina su viuda Tauseret. Con el breve reinado del faraón Setnajt, se inicia la XX Dinastía (alrededor de 1188_1076 a. C.) dominada por la figura de Rameses III, al que le suceden una larga lista de ramésidas hasta Rameses XI, último representante de la dinastía.
Rameses III edifica grandes templos, entre ellos el de Medinet Habu y combate con éxito contra los libios y los "Pueblos del mar", confederación de gentes procedentes del área mediterránea. Hacia finales de la dinastía, el poder central disminuye y el Gran Sacerdote del dios Amón de Karnak se convierte en una de las autoridades más poderosas del país. El Gran Sacerdote Heribor ocupa el trono durante un breve período; la división de los poderes en Egipto ya es un hecho.



Rameses II

6.18.2009

El Imperio Medio, XI-XII Disastías


Los príncipes tebanos restablecen el poder central y reunifican el país. Con la XI Dinastía, que funda Nebhepetra Mentuhotep, se inicia un período de gran prosperidad.
Los faraones de la XII Dinastía (entre ellos Amenemheb II, Sesostris II, Sesostris III, Amenemheb III) continúan la obra de la conquista que se había iniciado con Mentuhotep. También en este período se construye la pirámide sur de Lisht, dos pirámides en Dahshur y las de la entrada meridional de El Fayum (el-Lahun y Hawara). El Fayun se beneficia del traslado a Lisht de la residencia de los reyes de la XII Dinastía.
Hacia el 1750 a. C., al finalizar la XII Dinastía, el poder real sufre una merma a causa de las rebeliones internas. Nubia se convierte en un estado independiente y una nueva dinastía (que ya no desciende de los soberanos tebanos) establece su capital en la parte occidental del Delta. Se inicia entonces un Segundo Período Intermedio que durará hasta 1640 a. C., cuando irrumpen unos pueblos extranjeros, los hicsos (nombre griego que derivaba del que los egipcios dieron a estos pueblos, heqau-khasut, "los jefes de los paises extranjeros"), que invaden Egipto asimilando parcialmente su cultura, pero introducciendo también algunas importantes novedades tecnológicas y el uso del carro tirado por caballos y que sin embargo permanecerá limitado a las actividades militares.
Los invasores se establecen en el Delta, fundando la ciudad de Ávaris (la actual Tell el-Daba) y se expanden por el resto del país.
Alrededor del 1550 a. C. el faraón Amosis, que se casa con la reina Ahmes-Nefertari, expulsa a los invasores y reconquista también los territorios de Nubia, reorganiza el país y se inicia el denominado Imperio Nuevo.


Lanceros de Asiut

6.17.2009

El Imperio Antiguo, la época de las Pirámides



Zoser traslada la capital a Menfis y construye en Saqqara la primera pirámide de Egipto, formada por una serie de mastabas superpuestas que simulaban una escalera, gracias a la cual el alma del faraón puede ascender al cielo.
A principios de la IV Dinastía, bajo el reinado de Esnofru, aparecen las primeras pirámides propiamente dichas. En un principio Esnofru recubre con un revestimiento exterior la pirámide escalonada que su predecesor Huni mandó construir en Meidum y luego manda erigir otras dos en Dashur, a una decena de kilómetros al sur de Saqqara.
En la segunda mitad del III milenio, Quéope, Quefrén y Micerino construyen las tres grandes pirámides de Guiza.
En el 2465 a. C., Userkaf funda la V Dinastía: durante este período las concepciones teológicas sufren una ulterior evolución y cada vez adquiere mayor importancia el culto al dios solar, del cual el faraón se convierte en su hijo en la tierra. Los faraones Sahure, Neferirkara y Seuserra erigen sus pirámides en Abu Sir, localidad situada entre Guiza y Saqqara.
Unas, último rey de la V Dinastía, construye su pirámide en Saqqara y por primera vez se esculpen textos en el monumento, en el interior de la cámara sepulcral. Se trata de los Textos de las Pirámides, que después se transformarán en los Textos de los Sarcófagos y, finalmente, durante el Imperio Nuevo, en el Libro de los Muertos.
Durante la VI Dinastía (aldededor del 2323-2150 a. C ) el poder de los faraones disminuye y se observan tendencias independentistas. Los soberanos de este período (Teti, Pepi I, Merenre y Pepi II) construyen sus pirámides en Saqqara. A finales del reinado de Pepi II se inicia el Primer Período Intermedio (alrededor del 2150-2100 a. C.; VII-X Dinastías), que representa una fase de declive del poder central.
Los soberanos de la IX y X Dinastías se establecen en Heracleópolis, mientras en Tebas reina la dinastía local de los Anjtifi (Anjtifi I, II, y III)


Impresionante estatua de diorita de Quefrén hallada en 1860 por Auguste Mariette

6.11.2009

El Egipto anterior a los Faraones



Es dificil precisar cuando apareció el hombre en el Valle del Nilo, pero las primeras industrias líticas del Paleolítico pueden datar de hace unos doscientos mil años. Más tarde, durante el Neolítico, hará unos diez mil años, los grupos de pobladores que se establecieron en el Desierto Libio, en el Delta, en El Fayum y en el Alto Egipto, ya practicaban una economía de pastoreo y protagrícola. La irrupción de un clima más árido obliga después a estas gentes a buscar refugio en las proximidades del Nilo, donde surgen los primeros nucleos urbanos.
Se inicia así en Egipto un período denominado Predinástico, en el cual sus pobladores se agrupan alrededor de dos centros: uno al norte, en la zona del Delta y otro al sur, en Hieracómpolis, donde se ha comprobado la existencia de algunos reyes, como Escorpión y Narmer.
Narmer, el último rey del período Predinástico, conquistó el Bajo Egipto y unifica el país, posiblemente después de una serie de guerras.
Su sucesor, Horo Aha - que probablemente también tenía el nombre de Menes - funda la I Dinastía, palabra que deriva del término griego dynasthai. Las dos primeras dinastías también reciben el nombre de "tinitas" porque según el historiador griego Manetón, al que se debe la subdivisión de los soberanos en treinta Dinastías, los reyes de este período eran originarios de la ciudad de This, lugar que no se ha localizado, pero que debía encontrarse en la región de Abido.
Con Menes se inicia el período Protodinástico, que durará más de tres siglos, desde el inicio del III milenio al 2670 a.C.; durante su reinado se funda una segunda capital en el norte para poder controlar el territorio, cosa que hubiera sido imposible hacer desde Hieracómpolis, a más de seiscientos kilómetros de distancia.
Nacía así la ciudad de la Muralla Blanca (probable alusión a un dique que se construyó para protegerla de las inundaciones del Nilo), la futura Menfis, primera gran capital del Imperio Antiguo.
Para mantener la cohesión entre las dos zonas de un país extremadamente dicotomizado, los rituales de coronación se celebraban en Menfis y pronto se convirtieron en una ceremonia muy complicada centrada sobre todo en el poder unificador del Alto y el Bajo Egipto bajo la figura del rey.
De los pocos datos que nos han llegado del reinado de Menes, se puede deducir que luchó contra los pobladores que habitaban junto a las fronteras de Egipto, los nubios y los libios, y que en su época existía un comercio regular con las regiones más cercanas del Próximo Oriente.
Menes fue sepultado en Abido, donde posteriormente fueron sepultados también todos los reyes de la I Dinastía y dos de la II.
A Menes le suceden Horo Get - también llamado rey serpiente según el pictograma que transcribe su nombre -, y otros tres soberanos. Qaa es el último rey de la I Dinastía: es probable que después sucediera un período muy oscuro con graves desórdenes internos hasta la subida al trono de Hotepsejemuy, fundador de la II Dinastía, cuyos soberanos es probable que fueran originarios del Delta.
A diferencia de los reyes de la I Dinastía, los de la II no logran mantener la unidad del país y durante este período se vuelve a una monarquía dividida, con dos reyes, uno en el sur y otro en el norte, hasta que Jasejem sube al trono de Hieracómpolis, consigue reunificar el país y toma el nombre de Jasejemuy.
Con este rey finaliza la II Dinastía.
Con Zoser, que restablece la capital en Menfis, Egipto sale del período Protodinástico para entrar en el perído denominado Imperio Antiguo, iniciándose entonces la época de las grandes pirámides.

Paleta de Narmer

6.10.2009

El Nilo, via de transporte y comunicación

El gran rio, no sólo aseguraba el alimento a los egipcios: en un país desértico en el que solamente era posible vivir en las proximidades de sus orillas, el Nilo, fue desde tiempos remotos la única vía de comunicación y de transporte. En las cerámicas pintadas durante el período denominado Nagadiense II (nombre de un lugar que se encontraba en la región de Abido), son muy numerosas las representaciones de embarcaciones, algunas de ellas con velas.
Viajar y desplazarse significaba automáticamente navegar: una navegación facilitada por la corriente cuando se trataba de descender el río en dirección norte y con unos vientos que soplan sobre todo de norte a sur, cuando se trataba de remontar el rio.
En la escritura jeroglífica el viaje se representaba de dos maneras distintas según la dirección en la que se efectuaba: el jeroglífico de una vela, indicaba un desplazamiento hacia el sur, mientras que una embarcación a remo, significaba un movimiento realizado hacia el norte, a favor de la corriente.
Gracias al brazo principal del rio como a la red de canales y brazos secundarios de las proximidades del Delta, los egipcios poseían una envidiable facilidad de transporte y unas conexiones tan eficaces, que en toda su historia jamás construyeron carreteras. Este sistema de comunicación fluvial fue, indudablemente, un factor determinante en la formación del estado unitario y al propio tiempo dificultó la penetración de elementos externos en un territorio que no poseía vías de comunicación por tierra, defendido al este y al oeste por el desierto y al norte por las marismas del Delta.
Desde la Prehistoria, el Valle del Nilo fue una especie de gran pasillo que comunicaba pueblos y culturas muy alejadas, una vía longitudinal que unía el Africa ecuatorial con el Mediterráneo.
Desde el punto de vista filosófico y religioso, los egipcios concibieron el mundo a imagen de su valle, una tierra que se desarrolla verticalmente desde el sur hacia el norte, una tierra que surge de las aguas, así como las aguas del Nun, el Océano Primordial, surgieron la tierra y el cielo.
El otro elemento dominante de este mundo que se originaba en las aguas era el Sol, cuyo poder podía desecar las tierras, agostar los pastos, destruir las cosechas y, al mismo tiempo, dar vida, luz y calor.
Al igual que las aguas del Nilo fluyen desde el sur hacia el norte, así también los primeros habitantes de Egipto veían nacer y ponerse el astro, en una dirección que corta la del rio, de oriente hacia occidente.
Cada tarde el sol desaparecía en occidente, como si el cielo lo hubiera engullido, pero durante la noche se regeneraba y volvía a aparecer al día siguiente en el horizonte oriental.
Desde los tiempos más remotos, los egipcios desarrollaron en base a estas observaciones naturales una visión del mundo que gira alrededor de los dos ejes del universo, el terrestre norte-sur y el celeste este-oeste, presente siempre en la base de sus creencias religiosas.
Aunque el Nilo fue vital para su existencia y aunque tuvo tanta importancia en la formación de su visión del mundo, los egipcios nunca le dieron un nombre: la palabra Nilo, que procede del nombre Neilos con el que los griegos denominaban al rio, tiene un origen incierto. Sin embargo es posible que el término derive de una corrupción de la palabra na-iteru, "los rios", con la que los egipcios indicaban los diferente brazos del Nilo que se abrían en el Delta.
Del mismo modo, nunca lo divinizaron sinó que relacionaron las divinidades no al rio propiamente dicho, sinó a sus efectos. Así, relacionaban el fenómeno de las inundaciones con Hapy, un dios vinculado al concepto de abundancia. Y la energía de las aguas que revitalizaban y fecundaban la tierra la relacionaban con el mito de la resurrección de Osiris.
Así se operó la correlación entre el culto a los difuntos, el concepto de resurrección divina y la fertilización de la tierra que ya aparecía en época predinástica.




Majestuoso Nilo

Al principio del Holoceno, hace unos diez mil años, el Nilo discurría majestuoso por el denominado "Sahara verde", el actual territorio desértico, que , a causa del clima de entonces mucho más húmedo (debido a a los episodios glaciales del Cuaternario), estaba constituido por una inmensa sabana poblada por búfalos y gacelas, elefantes y cebras. Las inundaciones anuales del rio eran enormes, pero cuando las aguas se retiraban, una miríada de lagos, marismas y pantanos aparecían diseminados aquí y allá en las tierras emergentes: allí habitaban los cocodrilos, los hipopótamos y toda clase de peces y aves. En este ambiente extremedamente favorable, se movían las primeras comunidades de cazadores-recolectores que empezaron a domesticar a los animales y a cultivar las plantas, practicando junto a la caza y la recolección, el pastoreo, la cría de animales y la agricultura.
El clima y la naturaleza favorecían los desplazamientos tanto a través de aquel desierto, que luego se convertiría en un obstáculo insuperable, como a lo largo del eje del rio: las materias primas y las ideas se intercambiaban con igual frecuencia.
Hacia el 5.000 a.C. , cuando el clima empezó a hacerse cada vez má árido hasta parecerse al actual, la población, luchando constantemente por su supervivencia, buscó refugio en el Valle del Nilo que les ofrecía condiciones de vida más favorables. Nacieron así los primeros conglomerados proturbanos que se establecieron en dos áreas del país: al norte y al sur.
En el sur, los asentamientos tuvieron lugar en una región situada en la parte montañosa de la futura ciudad de Tebas; en el norte, en la parte occidental del delta del Nilo y en El Fayum, región verde originada por la presencia de un brazo del Nilo que discurre sobre una vasta depresión formando el lago Qarun.
Los dos grupos se desarrollaron de forma diversa e independiente y dieron una impronta dual a Egipto, que por esta razón pronto se denominará "el país doble" o "las dos tierras": dualidad que se encuentra también en la contraposición desde el punto de vista físico entre Kemet y Deshret.
En estas primitivas comunidades la vida no podía desarrollarse sin un orden y una organización social que para los cazadores-recolectores era superflua. Así se fue definiendo la figura del jefe que después se transformaría en rey: es decir, el individuo que garantizaba la supervivencia de su pueblo, que organizaba el trabajo y la defensa contra los enemigos externos.
La aparición de un rey y la de un poder centralizado en Egipto fueron los elementos que permitieron la formación del estado dinástico.
El Nilo fue el elemento unificador de ese estado: el rio aseguraba durante todo el año el agua vital que ya no procedía del cielo.
Los antiguos egipcios basaron sus estaciones y la distribución de los trabajos en el ritmo de las inundaciones: a mediados de julio, cuando Sothis volvía a brillar en el cielo matutino, el dios Cnum de cabeza de carnero abría las puertas de su inmensa caverna al fondo de la primera catarata y dejaba salir las aguas: se iniciaba entonces la estación Akhet (la inundación) que duraba hasta finales de de septiembre. Luego, cuando las aguas se retiraban y volvían a su cuenca empezaba la estación Peret, durante la cual tenían lugar la siembra, la fase germinativa (noviembre-marzo) y finalmente el momento de la maduración de los cereales y de la recolección, que se llevaba a cabo entre los meses de abril y junio, durante la estación Shemu.
A menudo las inundaciones del Nilo eran irregulares, mientras que el cultivo de hortalizas y legumbres requería una cantidad de agua de distribución regular; además, los dos principales cereales que se cultivaban, el trigo y la cebada, no bastaban para asegurar la subsistencia de las distintas comunidades. Por esta razón, muy pronto fue necesario "domesticar" las aguas del rio, como se había hecho con los animales en tiempos remotos.
Los egipcios proyectaron y construyeron diques y canales probablemente desde el período predinástico, como parece indicar un relieve en la maza del rey Escorpión, en el que un hombre trabaja en la excavación de una canalización.
Al propio tiempo, la autoridad central personificada en el rey se dedicaba a organizar graneros y almacenes para la conservación de los alimentos: un sistema complejo que requería la existencia de una administración eficaz.
Como es natural, la primitiva economía de caza, pesca y recolección que se practicaban en el río, en los estanques y en los numerosísimos pantanos de grandes dimensiones, nunca se abandonó y continuó siendo una parte muy importante del sostén de las poblaciones del Valle del Nilo.




Kemet, el país de la Tierra Negra

Los antiguos egipcios llamaban a su país Kemet, "la tierra negra" para diferenciarla del desierto o deshret, "la tierra roja" que lo rodeaba y se llamaban a sí mismos remet-en-kemt, "el pueblo de la tierra negra".
La tierra negra era la tierra cultivable, el fértil limo que el Nilo depositaba durante la inundación anual hasta donde podían llegar sus aguas.
Durante la Era Terciaria (hace unos 45 millones de años) Egipto estaba completamente cubierto por el mar de Tetis. Cuando al final de esta era, durante el Oligoceno, los grandes impulsos orogénicos llevaron a la formación de las cadenas Himalaya y Alpina, las aguas del antiguo mar se retiraron a la cuenca del Mediterraneo, dando lugar a que emergiera el territorio correspondiente al Sahara y a Egipto.
Cuando se inició la Era Cuaternaria, en el Pleistoceno, se formó el sistema de los grandes lagos ecuatoriales y se instauraron las condiciones climáticas que llevarían al nacimiento del futuro Nilo.
El rio se originó debido a la unión de dos grandes rios, el Nilo Blanco y el Nilo Azul, que se encontraron en Sudán, donde está situada la actual ciudad de Jartum.
El Nilo Blanco drena los grandes lagos (el lago Victoria, el lago Eduardo y el lago Jorge) y tiene un régimen hidrográfico casi constante.
El Nilo Azul, con el Atbara, drena en cambio las montañas de Etiopía sometidas a la influencia de las lluvias monzónicas que incrementan enormemente su caudal al término de la estación primaveral.
De este mecanismo, nace el particular régimen del Nilo que tanto influyó en el desarrollo de la civilización. Durante su larguísimo curso hacia el Mediterraneo, las aguas del futuro Nilo recortaron las blandas calcáreas terciareas que formaban el antiguo fondo del mar de Tetis y excavaron un amplio valle. Sin embargo, el rio primitivo encontró durante su trayecto hacia el mar algunos puntos en los que emergían rocas más resistentes que las rocas marinas, formadas por los antiquísimos granitos que constituían el escudo continental: nacieron así las seis cataratas que aparecen en su curso.
El Nilo, tras un trayecto de unos seis mil kilómetros de longitud y a medida que se acerca al mar, se abre en abanico y se subdivide en diversos brazos formando un Delta.
Al este y al oeste del Nilo se extienden el Desierto Oriental o Arábigo, (montañoso) que desciende hacia el Mar Rojo, y el Desierto Occidental o Libio, (arenoso) que constituye el borde oriental del Sahara y que se interrumpe, a unos doscientos kilómetros de distancia del Nilo, debido a una serie de depresiones lenticulares toscamente alineadas en dirección paralela al rio y que constituyen los oasis.
Sin el Nilo, Egipto hubiera sido un desierto en el cual hubieran podido sobrevivir, sin duda alguna, las comunidades nómadas, como en el Sahara, pero donde nunca hubiera podido desarrollarse una civilización milenaria.