En 1858, el francés Auguste Mariette crea el Service des Antiquités Égyptiennes, funda el Museo Egipcio de El Cairo y lleva a cabo numerosos descubrimientos en Guiza y en Saqqara, encontrando la catacumba en la que sepultaron al toro sagrado Apis (el Serapeo) y el magnífico templo situado junto a la pirámide de Quefrén, con la célebre estatua del faraón sentado en el trono, una de las obras maestras de la estatuaria del Imperio Antiguo.
Gaston Maspero, sucesor de Mariette, continua su obra y en 1881, tras las huellas de una banda de ladrones de antigüedades, descubre el célebre "escondrijo" de Deir el- Bahari, al que los sacerdotes habían trasladado las momias de los faraones más importantes para sustraerlas a las continuas violaciones perpetradas durante la XXI Dinastía.
En 1880 llega a Egipto el escocés William Flinders Petrie, donde efectua excavaciones e investigaciones sistemáticas, concentrando sobre todo su atención en el Alto Egipto: allí descubre la gran necrópolis predinástica de Nagada y las tumbas reales de Abido, en la que estaban sepultados los soberanos de la I Dinastía.
En 1904, un discípulo de Maspero, Ernesto Schiaparelli, funda la Missione Archeologica Italiana y en veinte años de investigación sobre el terreno saca a la luz numerosas tumbas, entre ellas la celebérrima de Nefertari, en el Valle de las Reinas, en Tebas oeste.
Sin embargo, el mayor descubrimiento de todos los tiempos tiene lugar en 1922, cuando el inglés Howard Carter descubre la tumba intacta de un faraón desconocido: Tutankhamon.
Las sorpresas, no obstante, no han acabado, y no han pasado veinte años que un francés realiza un hallazgo, el único que puede rivalizar con el de Tutankhamon. En 1939, el egiptólogo Pierre Montet, que dirigía una campaña de excavaciones en la región oriental del delta, en San el-Haggar, lugar donde está ubicada la antigua ciudad de Tanis, descubre las tumbas intactas de los faraones de las Dinastías XXI y XXII, que habían establecido aquí su capital, llamada también la "Tebas del norte".
El riquísimo ajuar funerario hallado en la tumba del faraón Psusenes I, formado por joyas, vasijas de oro y de plata y máscaras de oro, es de una extraordinaria calidad artística. Junto a la tumba del soberano, Montet descubrió otras cuatro, pertenecientes al rey Amenemope, sucesor de Psusenes I, al general Undebaunded, a Osorcón II y al faraón Heka-kheper-re Sesonquis, llamado Sesonquis II.
El descubrimiento de la necrópolis de Tanis y de sus tesoros, cierra una época de la historia de la egiptología que se había iniciado con los descubrimientos de Schiaparelli y luego con el de Carter.
No obstante, Egipto reservaba más sorpresas a los investigadores: otros hallazgos de excepcional importancia se han ido sucediendo hasta nuestros días.
Máscara funeraria de Psusenes I
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