6.17.2009

El Imperio Antiguo, la época de las Pirámides



Zoser traslada la capital a Menfis y construye en Saqqara la primera pirámide de Egipto, formada por una serie de mastabas superpuestas que simulaban una escalera, gracias a la cual el alma del faraón puede ascender al cielo.
A principios de la IV Dinastía, bajo el reinado de Esnofru, aparecen las primeras pirámides propiamente dichas. En un principio Esnofru recubre con un revestimiento exterior la pirámide escalonada que su predecesor Huni mandó construir en Meidum y luego manda erigir otras dos en Dashur, a una decena de kilómetros al sur de Saqqara.
En la segunda mitad del III milenio, Quéope, Quefrén y Micerino construyen las tres grandes pirámides de Guiza.
En el 2465 a. C., Userkaf funda la V Dinastía: durante este período las concepciones teológicas sufren una ulterior evolución y cada vez adquiere mayor importancia el culto al dios solar, del cual el faraón se convierte en su hijo en la tierra. Los faraones Sahure, Neferirkara y Seuserra erigen sus pirámides en Abu Sir, localidad situada entre Guiza y Saqqara.
Unas, último rey de la V Dinastía, construye su pirámide en Saqqara y por primera vez se esculpen textos en el monumento, en el interior de la cámara sepulcral. Se trata de los Textos de las Pirámides, que después se transformarán en los Textos de los Sarcófagos y, finalmente, durante el Imperio Nuevo, en el Libro de los Muertos.
Durante la VI Dinastía (aldededor del 2323-2150 a. C ) el poder de los faraones disminuye y se observan tendencias independentistas. Los soberanos de este período (Teti, Pepi I, Merenre y Pepi II) construyen sus pirámides en Saqqara. A finales del reinado de Pepi II se inicia el Primer Período Intermedio (alrededor del 2150-2100 a. C.; VII-X Dinastías), que representa una fase de declive del poder central.
Los soberanos de la IX y X Dinastías se establecen en Heracleópolis, mientras en Tebas reina la dinastía local de los Anjtifi (Anjtifi I, II, y III)


Impresionante estatua de diorita de Quefrén hallada en 1860 por Auguste Mariette

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