El gran rio, no sólo aseguraba el alimento a los egipcios: en un país desértico en el que solamente era posible vivir en las proximidades de sus orillas, el Nilo, fue desde tiempos remotos la única vía de comunicación y de transporte. En las cerámicas pintadas durante el período denominado Nagadiense II (nombre de un lugar que se encontraba en la región de Abido), son muy numerosas las representaciones de embarcaciones, algunas de ellas con velas.
Viajar y desplazarse significaba automáticamente navegar: una navegación facilitada por la corriente cuando se trataba de descender el río en dirección norte y con unos vientos que soplan sobre todo de norte a sur, cuando se trataba de remontar el rio.
En la escritura jeroglífica el viaje se representaba de dos maneras distintas según la dirección en la que se efectuaba: el jeroglífico de una vela, indicaba un desplazamiento hacia el sur, mientras que una embarcación a remo, significaba un movimiento realizado hacia el norte, a favor de la corriente.
Gracias al brazo principal del rio como a la red de canales y brazos secundarios de las proximidades del Delta, los egipcios poseían una envidiable facilidad de transporte y unas conexiones tan eficaces, que en toda su historia jamás construyeron carreteras. Este sistema de comunicación fluvial fue, indudablemente, un factor determinante en la formación del estado unitario y al propio tiempo dificultó la penetración de elementos externos en un territorio que no poseía vías de comunicación por tierra, defendido al este y al oeste por el desierto y al norte por las marismas del Delta.
Desde la Prehistoria, el Valle del Nilo fue una especie de gran pasillo que comunicaba pueblos y culturas muy alejadas, una vía longitudinal que unía el Africa ecuatorial con el Mediterráneo.
Desde el punto de vista filosófico y religioso, los egipcios concibieron el mundo a imagen de su valle, una tierra que se desarrolla verticalmente desde el sur hacia el norte, una tierra que surge de las aguas, así como las aguas del Nun, el Océano Primordial, surgieron la tierra y el cielo.
El otro elemento dominante de este mundo que se originaba en las aguas era el Sol, cuyo poder podía desecar las tierras, agostar los pastos, destruir las cosechas y, al mismo tiempo, dar vida, luz y calor.
Al igual que las aguas del Nilo fluyen desde el sur hacia el norte, así también los primeros habitantes de Egipto veían nacer y ponerse el astro, en una dirección que corta la del rio, de oriente hacia occidente.
Cada tarde el sol desaparecía en occidente, como si el cielo lo hubiera engullido, pero durante la noche se regeneraba y volvía a aparecer al día siguiente en el horizonte oriental.
Desde los tiempos más remotos, los egipcios desarrollaron en base a estas observaciones naturales una visión del mundo que gira alrededor de los dos ejes del universo, el terrestre norte-sur y el celeste este-oeste, presente siempre en la base de sus creencias religiosas.
Aunque el Nilo fue vital para su existencia y aunque tuvo tanta importancia en la formación de su visión del mundo, los egipcios nunca le dieron un nombre: la palabra Nilo, que procede del nombre Neilos con el que los griegos denominaban al rio, tiene un origen incierto. Sin embargo es posible que el término derive de una corrupción de la palabra na-iteru, "los rios", con la que los egipcios indicaban los diferente brazos del Nilo que se abrían en el Delta.
Del mismo modo, nunca lo divinizaron sinó que relacionaron las divinidades no al rio propiamente dicho, sinó a sus efectos. Así, relacionaban el fenómeno de las inundaciones con Hapy, un dios vinculado al concepto de abundancia. Y la energía de las aguas que revitalizaban y fecundaban la tierra la relacionaban con el mito de la resurrección de Osiris.
Así se operó la correlación entre el culto a los difuntos, el concepto de resurrección divina y la fertilización de la tierra que ya aparecía en época predinástica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario