Giovanni Battista Belzoni nace en Padua el 5 de noviembre de 1778 y, tras una infancia agitada, en 1803 se traslada a Gran Bretaña, donde permanece durante nueve años y se nacionaliza.
Para vivir, exhibe en las ferias juegos de agua de su invención y, explotando su gigantesca estatura y su fuerza hercúlea, se exhibe también en circos y teatros levantando diez personas al mismo tiempo, que también pasea por el escenario.
En 1815, Belzoni tras una gira que lo llevó a España, Portugal y Sicilia, llega a Malta donde conoce a Ishmael Gibraltar, emisario del pachá de Egipto, que estaba promocionando un programa de mejoras agrarias y de obras de irrigación. El paduano le ofrece su colaboración como experto en hidráulica y zarpa hacia Egipto. Una vez en El Cairo, tras multitud de peripecias, le presenta al pachá una máquina hidráulica de su invención que hubiera facilitado enormemente la irrigación de los terrenos cultivados. Sin embargo, un incidente que sucedió durante la demostración del ingenio y la oposición de la corte, convencieron a Mohamed Alí, para rechazar la nueva máquina, por lo que Belzoni se encontró prácticamente sin trabajo.
Posteriormente, se puso en contacto con el nuevo cónsul general de Gran Bretaña Henry Salt, ocupado como todos los representantes diplomáticos en reunir colecciones de antigüedades para los museos de sus países de origen. Belzoni le ofrece sus servicios para transportar a Gran Bretaña un busto de granito de dimensiones colosales de más de siete toneladas de peso que se encontraba en Tebas, en las proximidades del Memnonium (así se denominaba entonces el templo funerario de Rameses II, conocido mejor como Rameseo): empresa que ni siquiera habían conseguido las tropas de la Campaña Napoleónica.
El 30 de junio de 1816 Belzoni se embarca en Bulak, el puerto fluvial de El Cairo, a la vuelta de Tebas, iniciando la increible aventura en el mundo de la arqueología.
El 27 de julio, después de haber conseguido enrolar, no sin dificultades, a unos ochenta hombres, inicia la dificil operación con la única ayuda de palancas, rodillos y cuerdas de palma.
El 12 de agosto de 1816, el "joven Memnón", sobrenombre del busto que en realidad representa al faraón Rameses II, se encontraba a orillas del río.
Embarcado luego en El Cairo y después en Alejandría, un barco lo transporta a Londres y de allí a la Egyptian Gallery del Museo Británico, donde todavía se encuentra.
Al año siguiente, de vuelta a El Cairo, Belzoni emprende un segundo viaje al Alto Egipto, con el objetivo de liberar de la arena que lo cubría casi por completo el templo de Abu Simbel, que pocos años antes había descubierto el orientalista y viajero suizo Johann Ludwig Burckhardt y penetrar luego en su interior. Esta vez los esfuerzos de Belzoni se ven coronados por un gran éxito y el 1 de agosto de 1817 el explorador consigue entrar en el interior.
De vuelta a Tebas, Belzoni decide iniciar una serie de investigaciones en el Valle de los Reyes y el 18 de octubre de 1817 descubre una tumba intacta, una de las más grandes y hermosas que nunca se han encontrado en Egipto, la tumba de Sethi I, que hoy conocemos todavía como "la tumba Belzoni".
El sepulcro, que Belzoni al no poder la escritura jeroglífica cree perteneciente a un faraon llamado Psamuti, está decorado con bellísimas pinturas polícromas y finísimos bajorrelieves; en la cámara funeraria, un espléndido sarcófago de alabastro, que recupera y envía a Gran Bretaña. Otra vez en El Cairo, Belzoni se interesa por las grandes pirámides de Guiza, y sobre todo por la de Quefrén, que según la tradición establecida por Herodoto, no tendría cavidades internas. Después de llevar a cabo algunas observaciones comparativas con la pirámide de Quéope, el 2 de marzo de 1818 Belzoni encuentra el corredor de acceso al monumento: una de las maravillas del mundo desvelaba así su misterio. Aquel mismo año, durante un viaje al Desierto Arábigo y por las costas del Mar Rojo, Belzoni descubre las ruinas de la antigua Berenice, el puerto que construyó Ptolomeo II Filadelfo.
Al año siguiente, durante una expedición al Desierto de Libia, llegó al antiguo oasis de Júpite Amón - cuyo oráculo había consultado Alejandro Magno - y es el primer europeo que entra en el oasis de Bahariya.
Después se embarca hacia Europa dando un último adiós a Egipto, país al que ya no volverá.
Belzoni tuvo durante su vida y después de su muerte muchos adversarios y detractores: algunos le echaron en cara sus métodos rudimentarios y expeditivos, olvidando que en aquella época en Egipto pululaban no los arqueólogos sinó los "coleccionistas de antigüedades", cuyo interés fundamental era la recuperación de restos que envíar a sus respectivos países, más que el estudio de la civilización egipcia.
El juicio más equilibrado e imparcial es quzá el que se lee en el célebre Who was Who in Egyptology editado por la Egypt Exploration Society de Londrés: "Belzoni no puede ser juzgado según los esquemas de los excavadores posteriores, como Petrie o Mariette, sinó que debe considerarse en el contexto del período precedente al desciframiento (de los jeroglíficos); al principio de su carrera no fue mejor ni peor que todos los demás, pero luego sus técnicas se afinaron y adquirió los conocimientos que lo situaron por encima del nivel general".
Giovanni Battista Belzoni